Texto para reflexionar

¡Hola, cómo andan!

Acá les dejo una nota escrita por el periodista Ariel Scher que me pareció muy interesante para compartir con ustedes, los lectores de 4 EN EL FONDO:

Los hombres que van contra la corriente

El Hombre I puso los pies en las calles de Gerli, pleno sur bonaerense, y puso el corazón donde siempre, en el afecto por Racing. Ahí, en el estadio de El Porvenir, vio correr y vio patear y vio amagar a Ricardo Bochini, 53 años, talento maestro sobre cada césped, quien hacía ensayos para un fugaz regreso a las canchas. De la mano del Hombre I flameaba un chiquito, su hijo. "Andá, pedile un autógrafo" fue su sugerencia de padre. El chiquito, erudito en partidos, devoto de Racing, gente de este tiempo, le contestó: "Papá, ese jugaba en Independiente". El Hombre I lo acarició y le agregó una frase mínima: "Ese jugaba al fútbol". El chiquito fue por el autógrafo.

El Hombre II transpiró tristezas. Avanzaba el segundo tiempo y su Independiente marchaba hacia una derrota sin regreso contra Boca. En eso, dejó la cancha Juan Román Riquelme, autor de dos pases de gol que a Independiente le trajeron pesares y a la cancha la llenaron de luces. Uno y dos y tres y más compañeros de tribuna del Hombre II desplegaron sobre el cuerpo en retirada de Riquelme una tormenta de agravios de los que suele recibir un criminal. Lo mismo hizo su hijo, joven aunque no tanto, más cerca de la locura que de la pena. El Hombre II, dueño de una historia hecha de años en las populares, no se tragó la reacción. "¿Qué hizo de malo Riquelme? ¿Jugar muy bien?, ¿ser rival?", le preguntó. El hijo lo miró entre comprensiones y vergüenzas. Enseguida dejó de insultar.

En una confitería elegante y porteña, el Hombre III y su hijo adolescente se encandilaron con su River, que en un televisor enorme le metió cuatro goles a Racing. El hijo soltó entre elogios cinco apellidos de jugadores de River. El Hombre III coincidió y agregó otro apellido. "Crosa", pronunció. "¿Crosa?", devolvió el hijo, más que enterado de que Diego Crosa es defensor de Racing. "Crosa, sí —insistió el Hombre III—, ese al que suelen criticar porque eligió jugar bien sin golpear a los contrarios, se quedó luchando lesionado durante quince minutos en la cancha para no dejar a su equipo con uno menos. Ese, el que no pega, demostró qué significa ser un jugador valiente". El hijo del Hombre III escuchó atento y añadió el de Crosa a la lista de apellidos que lo entusiasmaban.

El Hombre I, el Hombre II y el Hombre III, testigos de circunstancias argentinas y deportivas de los últimos días, no se conocen y acaso no se conozcan jamás. Merecerían hacerlo para saberse menos solos. En ellos, habita una conciencia sobreviviente que enfrenta como puede esta edad en la que las noblezas del fútbol son asaltadas por la naturalización de la brutalidad y por una confusión extendida entre la pasión y la estupidez. Por eso, a veces, a un padre frente a un hijo o a un individuo frente al mundo no le queda otra cosa que ir contra la corriente. Por eso, también, ciertas batallas y ciertas ideas no están perdidas para siempre.