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miércoles, 27 de febrero de 2008

A 50 años de la operación política que conmovió al mundo

El día que secuestraron a Fangio

La noche asomaba en La Habana, conmovida aquel 23 de febrero de 1958 por una carrera de Sport Prototipos, que el gobierno de Fulgencio Batista pretendía utilizar como parte de su propaganda política, en medio de la crisis más fuerte que atravesaba su mandato.

Juan Manuel Fangio, que había viajado a la isla para participar de la competencia (a realizarse en el circuito El Malecón), intercambiaba palabras junto a sus colegas Güerino Bertocchi, Nello Ugolini, Alejandro de Tomaso y el cubano Carlos González, en el hall del hotel Lincoln donde se hospedaban. Los cinco ya estaban bañados y perfumados. Se alistaban para ir a cenar, pero de repente se les apareció un joven alto y de rasgos morenos, que con una voz temblorosa pronunció: “Disculpe, Juan, me va a tener que acompañar”.

El Chueco, muy sorprendido, le contestó que no lo conocía. El extraño personaje, quien se dejó descubrir un revólver, les informó que pertenecía al Movimiento 26 de Julio, grupo guerrillero liderado por Fidel Castro que buscaba derrocar al dictador Batista. Rápido de reflejos, el balcarceño observó que palparon de armas a su chofer.

La tensión crecía a borbotones. El amenazante sujeto, con alto grado de nerviosismo, advertía: “Si alguien se mueve, la consecuencia es para usted”, mientras miraba fijo a Fangio. En consecuencia, el automovilista reaccionó, pero a favor del instigador. "Lo ví tan nervioso que me dio miedo, por lo que le dije ‘vamos’. Y entonces salimos".

A partir de ese momento, al corredor argentino lo llevaron a un Plymouth negro, y dentro de ese vehículo le informaron que el secuestro no era por cuestiones personales. De hecho hasta le pidieron disculpas por las “molestias ocasionadas”. Increíble.

Fantástico es el relato del gran piloto en su libro Cuando el hombre es más que el mito, escrito también por el periodista Roberto Carozzo, que describe perfectamente lo que vivió después: "Me llevaron a una casa a la que subimos por una escalera de incendios. Entramos en un cuarto donde había una mujer con un chiquito. Y había un tipo que estaba enfermo, o herido, en una habitación de al lado. Ahí se quedaron dos personas conmigo. Las otras se fueron. La señora me pidió que le firmara un autógrafo para su hijito. ´¿Quiere que le ponga fecha?’, le pregunté. ‘Sí, va a ser muy útil para nosotros’".

Luego lo trasladaron a otro hogar, y desde allí a un tercer sitio, en el que lo hicieron ingresar, aunque con los ojos destapados. En ese lugar los secuestradores celebraron el éxito de la operación y comieron junto a Fangio, quien se enteró de que el plan estaba pensado desde el año anterior. Además los captores le detallaron las intenciones de su grupo de luchar por un ideal, y asimismo le contaron las aberraciones del gobierno de Batista.

El temor entre los guerrilleros era que lo ubicaran al Chueco y lo mataran para culpar al Movimiento 26 de Julio. "Yo sugerí que me entregaran en la embajada de mi país”. La propuesta fue inmediatamente aceptada. El entonces representante del gobierno argentino en Cuba era Raúl Guevara Lynch, primo del "Che". Tras 27 horas de cautiverio, la entrega se realizó en un edificio cercano al centro de La Habana.

Luego de 50 años, este hecho todavía conmueve y sorprende a muchas personas. Indudablemente Juan Manuel Fangio disputó una de las carreras más difíciles de su vida.

Por Pablo Medina

Fuente consultada: diarios Clarín, La Nación y Olé

Datos a saber...

1 sola carrera de Fórmula 1 disputó Juan Manuel Fangio tras su secuestro. Fue en el Gran Premio de Francia de 1958, el día de su retiro.

46 años tenía el gran piloto balcarceño cuando fue privado de su libertad en la isla por algunas horas.

Fuente: La Nación

La serenidad del Chueco

Fangio, el quíntuple campeón de la Fórmula 1, junto a uno de sus secuestradores, Arnold Rodríguez, en 1992. Ambos conservaron una gran amistad que sólo truncó la muerte del piloto (el 17 de julio de 1995). Foto: archivo de La Nación

La relación amistosa entre Fangio y los secuestradores se mantuvo. Al cumplirse 25 años del episodio, el Movimiento 26 de Julio le envió un mensaje de pronta recuperación, ya que el balcarceño había sido sometido a un quíntuple by-pass a cargo del doctor René Favaloro. En 1992, Arnold Rodríguez, uno de los responsables de aquel secuestro (otro fue Faustino Pérez, que ocupó diversas áreas en el gobierno de Fidel Castro), visitó el Museo Fangio. En aquel viaje, Rodríguez fue entrevistado por el diario LA NACION.

-¿No fue una idea personal de Fidel Castro?

-No, absolutamente no. Es más: Fidel se enteró por la radio. El estaba en la sierra y tenía poco contacto con los grupos urbanos. De inmediato lo desaprobó, porque consideró que era muy arriesgado. Podía costar la vida de Fangio.

-¿Cuál fue la actitud de Fangio?

-Se mantuvo perfectamente sereno. En realidad, él nos serenó más a nosotros, que estábamos un poco nerviosos. Sólo en dos ocasiones Fangio pareció un poco más preocupado. Una fue cuando vimos la carrera por TV y se produjo un terrible accidente que causó 10 muertos y 40 heridos. Sucedió con los autos de adelante y Fangio habrá pensado que podría haber estado allí. El otro momento de nerviosismo fue cuando tras varias horas después de la carrera el campeón veía que no lo liberábamos.

Fuente: La Nación

jueves, 24 de enero de 2008

Informe especial

Los Gálvez, eternos emblemas del TC

Durante estos primeros 70 años del Turismo Carretera han surgido pilotos de enorme calidad que dejaron su sello y que marcaron épocas inolvidables. Los hermanos Oscar y Juan Gálvez no fueron la excepción, ya que escribieron unas de las páginas más brillantes del automovilismo argentino y lograron, además, entrar en los corazones de la gente.

La vida empieza a rodar. El 17 de agosto de 1913 Marcelino Gálvez y María Rafaela Orlando disfrutaban del nacimiento de su hijo Aguilucho, mientras que el 14 de febrero de 1916 le daban la bienvenida a un nuevo integrante de la familia, Juancito. A los pequeños los esperaba un futuro lleno de gloria.

El amor por los fierros desde la infancia. El taller mecánico de don Marcelino era, al principio, un lugar de diversiones amables e inocentes para los niños. Pero de a poco, éstos se fueron apasionando por los fierros. Oscar, quien no se destacaba por ser un buen estudiante, empezó a encontrar paulatinamente su verdadera vocación. Y a los 12 años se convirtió en la mano derecha de su padre.

Una gran dupla. Los Gálvez formaron una admirable sociedad tanto en lo comercial como en lo deportivo. Juntos abrieron un local en San Martín y Galicia, y de manera progresiva adquirieron autos para arreglarlos y reparar sus piezas dañadas. Incluso hasta se animaron a probar nuevas soluciones. Y no les fue mal.

La llegada al TC. Aguilucho, siempre acompañado por su hermano menor, no tardó mucho tiempo en dar el paso inicial en la categoría número uno de Argentina. El sueño se le hizo realidad, al mando de una cupé Ford 35 con el número 58 en sus puertas, en el Gran Premio del 1937.
En tanto, su primer triunfo se dio en el GP de 1939, suspendida por lluvia. Finalmente esa competencia se disputó en dos tramos y con escasos días de diferencia entre uno y otro. Aún así, Oscar se adjudicó los dos, el de Buenos Aires-Concordia y el GP Extraordinario, con trayecto de Córdoba a La Plata.
Aquella carrera marcaría un hito en la historia del automovilismo nacional e internacional, ya que se produjo el debut de uno de los pilotos más importantes del mundo, Juan Manuel Fangio.

La emancipación. Juan fue interiorizándose en el ambiente de las cuatro ruedas a través de su función de mecánico y, asimismo, de acompañante. Sin embargo, después de un accidente sufrido en Lima (Perú) durante el GP del Sur en el ’40, decidió independizarse y tomó su propio volante en las Mil Millas Argentinas del ’41, donde resultó segundo detrás de Fangio, infalible con su chevy.
Y a partir de entonces fue modelando su grandeza en duelos que tuvieron como principal adversario al balcarceño, quien más tarde se convertiría en quíntuple campeón de la Fórmula 1. En consecuencia, la rivalidad ya había comenzado a ganar a los aficionados: de un lado, Ford; del otro, Chevrolet. En otras palabras, los hinchas de los Gálvez y los seguidores de Fangio.
No obstante, más allá de lo que sucedía en los polvorientos caminos, Juan y Oscar establecieron con el Chueco una duradera amistad.

La interrupción. El pujante TC se silenció a principios de la década del ‘40: el racionamiento de combustible durante la Segunda Guerra Mundial obligó a la suspensión de las carreras entre 1942 y 1947.

El regreso. Luego de una prolongada inactividad oficial, los hermanos empezaron a imponer su poder y su contundencia en el mundo teceísta.

Solidaridad familiar. Juan era bastante esquivo, y más aún comparándolo con el verborrágico e inquieto de Oscar, quien a pesar de algunos cimbronazos lo ayudó en situaciones adversas como cuando resignó su victoria en la mítica Buenos Aires-Caracas de 1948, tras asistirlo.
A muy poco del desenlace del denominado Gran Premio de la América del Sur, comprendido por 14 etapas, el menor de los hermanos quedó encajado en una zanja. Entonces Aguilucho, firme candidato a ganar esa histórica prueba (llevaba una cómoda ventaja en la general), rompió el cigüeñal de su Ford en el afán de querer liberarlo.
Por tal inconveniente en el motor, su auto fue remolcado para terminar de completar la carrera, pero como esa acción no estaba estipulada en el reglamento al Gálvez mayor lo desclasificaron. Y, por lo tanto, el escolta Domingo Marimón se llevó el primer premio y una buena cantidad de dinero.
Igualmente el piloto del barrio de Caballito, indignado con la sanción recibida, se pudo tomar revancha porque después se quedó con el tramo de vuelta que empezó en Lima y que terminó en la provincia bonaerense.

Los años dorados. Ambos eran imbatibles con el óvalo y dominaban claramente a un compacto lote de corredores que también tenían sus virtudes, pero que quedaban superados por tanta eficacia a la hora de preparar los autos, estudiar la estrategia y coronar el éxito con una conducción impecable.
Entre los dos obtuvieron 14 campeonatos. Juancito consiguió nueve títulos (del ’49 al ’52, del ’55 al ’58 y en el ‘60) y se adjudicó 56 carreras, una cifra que hasta el momento no ha sido superada. Por ese motivo es el piloto con más triunfos en la categoría.
Aguilucho, por su parte, se consagró campeón en cinco oportunidades (1947, 1948, 1953, 1954 y 1961) y actualmente se ubica cuarto en la lista de los más ganadores, con 43 victorias.
Sólo Rodolfo De Alzaga (Ford), en el ’59, pudo alcanzar la corona de la máxima durante esos años dorados para la dupla porteña.

Nuevos rivales. Para comienzos de los años ’60, la hegemonía de los Gálvez ya no era tan abultada como antes. Por ese entonces sorprendían las actuaciones de Dante y de Torcuato Emiliozzi, quienes les habían encontrado la vuelta a sus motores y arrasaban con muy buenos rendimientos.

Tiempos complicados. El accidente que Juan padeció como acompañante de su hermano en Lima, en 1940, no fue el único que enfrentó en su trayectoria. En el GP del ’60, ya como piloto, chocó en una curva tras quedarse sin luz y viendo a través de las del “Sapito” de Marcos Ciani durante 100 kilómetros.
De alguna manera, aquella situación le marcó los inicios de tiempos difíciles a nivel deportivo, ya que en la temporada siguiente apenas participó en una competencia. Y en el ‘62 ganó una carrera de nueve disputadas, la Vuelta de Laboulaye, mientras que Oscar obtuvo en ese mismo año sus últimos dos triunfos.

El trágico final. El 3 de marzo de 1963, en la Vuelta de Olavarría, Juan Gálvez, con 47 años, sufrió un terrible accidente que terminó con su vida, en la vorágine de una competencia que peleaba mano a mano con los hermanos Emiliozzi.
Nunca usaba el cinturón de seguridad por miedo a quedar atrapado en el fuego. Finalmente esa elección resultó fatal: en la ese del Camino de los Chilenos, su cuerpo salió despedido luego de que su Ford número 5 azul con techo rojo diera varios tumbos. En el cementerio de la Chacarita lo lloraron muchísimas personas.
Así culminó también una etapa brillante del TC, con los inolvidables duelos frente a Fangio y ante los Gringos, entre las principales figuras.
Al año siguiente, el 18 de octubre, Oscar disputó su última carrera, en la Vuelta de Junín y al mando de uno de los novedosos Falcon.

El adiós a Aguilucho. El 16 de diciembre de 1989, algunos meses después de que el Autódromo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires fuera bautizado con su nombre, Oscar Alfredo Gálvez falleció a los 76 años, en el medio del silencio de su quebrantada salud.

Sentimientos verdaderos. Los emblemáticos Gálvez dejaron su profunda huella en las indiscutibles estadísticas en estas siete décadas de vida del Turismo Carretera. Y más allá de los fríos números, se ganaron el cariño de miles y miles de individuos que los vieron concretar sus hazañas y que vibraron con sus épicas victorias.
Juan y Oscar fueron símbolos de Ford, pero su incuestionable talento, su valentía y su hombría de bien los hicieron verdaderos íconos del automovilismo argentino. Los dos porteños de pura cepa quedarán latentes en la memoria de la categoría más importante del país y serán recordados por cada uno de los amantes de los motores con mucho amor. Intensamente para siempre.

Por Pablo Medina

viernes, 29 de junio de 2007

A 21 años de la consagración de México

El segundo quedará en la memoria de todas las personas ya que este tanto es el mejor gol en la historia de las copas del mundo.


Hoy 29 de junio se cumplen 21 años del agónico gol de Jorge Burruchaga, tanto que le permitía a Argentina el segundo campeonato mundial tras ganarle a Alemania por 3 a 2.
A pesar del tiempo transcurrido se recuerda los goles y las gambetas del mejor jugador del planeta, Diego Armando Maradona. El número 10 demostró su poderío en el campo de juego sobre todo en el encuentro ante Inglaterra, partido especial para todos los argentinos por lo ocurrido en 1982 en la guerra de Malvinas. En dicho cotejo el astro del fútbol dejó su marca registrada en los dos tantos que le dieron la victoria a la selección argentina por 2 a 1.

También es muy recordado y emocionante el relato de Víctor Hugo Morales del segundo gol del equipo albiceleste: “La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja el tercero y va a tocar para Burruchaga... Siempre Maradona! Genio! Genio! Genio! ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... y Goooooool... Gooooool... Espectacular! Viva el fútbol! Golazo! Diegol Maradona! Estoy emocionado perdonenme ustedes... Maradona en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... ¿barrilete cósmico... de que planeta veniste para dejar en el camino a tanto inglés? Para dejar el camino tan simple, para que el país con el puño apretado, gritando por Argentina.... Argentina 2 - Inglaterra 0... Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0...”

El pueblo argentino tiene vivo este recuerdo en su memoria y anhela que en algún momento pueda repetirse…

Por Guillermo Lera