martes, 20 de octubre de 2009

La realidad de la Selección argentina

Tal vez habría sido más saludable que la Selección argentina no haya clasificado al Mundial de Sudáfrica 2010. Y esta idea no intenta en absoluto agredir ni desestimar la conducción de Diego Armando Maradona al frente del conjunto albiceleste.

Por el contrario, lo que se busca en estas líneas es desdramatizar algunas cuestiones y encontrar, en la medida de lo posible, el camino que permita llegar al destino que cada fanático del fútbol desea: disfrutar del buen juego, algo que le faltó precisamente al equipo nacional durante las Eliminatorias, y hasta las últimas fechas.

Es cierto que un Mundial sin Argentina, Brasil, Francia, Italia, Alemania, España o Inglaterra no es un Mundial. De alguna manera si cualquiera de estos países no lo pudiera jugar, en el torneo se perdería en cada ausencia un pedazo grande de historia, de calidad, de negocio y, también, de emotividad.

Si bien hay situaciones e intereses que superan merecimientos y realidades, no hubiera sido tan catastrófico que Argentina se haya quedado afuera de la competencia más importante a nivel de selecciones.



En consecuencia se podría haber construido un mejor y más completo análisis de las deficiencias que rodearon –y rodean- al elenco dirigido por Maradona: entre otros puntos para profundizar, es clave determinar correctamente la función del presidente de la AFA, la formación del cuerpo técnico y el rol que debe cumplir cada integrante, el desempeño del periodismo, y la preparación y concentración del plantel ante cada compromiso.

Argentina necesita pensar a largo plazo, necesita proyectarse al 2014 ó 2018. Parece una locura esta afirmación, pero al menos es una propuesta que tiene buenas intenciones. Argentina necesita empezar de cero, desechar cualquier aspecto negativo que no sume al grupo (desde colaboradores y técnicos hasta futbolistas), reorganizar calendarios, tener una idea clara de lo que se pretende conseguir, trabajar profesionalmente para un mismo objetivo. Asimismo se necesita de la responsabilidad de los jugadores y del apoyo de sus respectivos clubes. Eso está claro.

Para poder cumplir con estas condiciones se necesita, inevitablemente, de tiempo y de mucha voluntad. Por eso lo ideal o más recomendable es tener la mente puesta, desde ahora, en metas que se lleven a cabo dentro cinco o diez años. A partir de entonces se podrá formar un verdadero equipo y es muy probable que se alcance una identidad juego, la mayor carencia de la Selección en la actualidad.

Un gran número de la prensa, que varias veces pierde su objetividad y se transforma en un hincha más, y la mayoría de los aficionados por la redonda no estarán de acuerdo con estas conclusiones y seguramente dirán que el campeonato de Sudáfrica 2010 se jugará durante un mes y que en ese mes todo depende del momento de cada jugador y del equipo (incentivación, nivel de competencia, estado físico óptimos y también un toque de suerte). Puede ser. Sin embargo, no es motivo de celebración ganar un Mundial como lo logró Italia en Alemania 2006, donde lo que menos hizo fue jugar bien al fútbol.

Más allá de estos distintos puntos de vista, que son respetables, lo concreto y seguro es que Argentina disputará el Mundial del año que viene. El deseo es que le vaya bien, que deje una buena imagen y que pueda desplegar un gran rendimiento en los campos de juego. Incluso, si llega a la final y la gana, automáticamente dejaría en off-side la composición de estos párrafos. Ojalá que así sea. Igualmente, con este presente, la Selección hoy está para terminar en un quinto o sexto puesto. De hecho, si lograra alcanzar cualquiera de esas dos posiciones, el pueblo argentino podría considerarse dichoso.


Por Pablo Medina

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