sábado, 10 de enero de 2009

Jayson Blair, el fabulador

El diario The New York Times vivió, en mayo de 2003, una de las situaciones más difíciles de sobrellevar en sus 152 años de vida y difusión, cuando descubrió que uno de sus cronistas, el periodista Jayson Blair (27 años), había inventado y plagiado numerosas noticias, al tiempo que había escrito notas fechadas en lugares en los que nunca había estado, según admitió el rotativo en la primera página de su edición del domingo 11/05/2003.

En consecuencia renunciaron el director y el director adjunto en medio de un escándalo inédito. Todo había comenzado cuando millones de alarmados lectores se encontraron con una nota que comenzaba en la tapa y recorría cuatro páginas. En un minucioso pedido de disculpas, el presidente del Times, Arthur Sulzberger Jr., confesaba que el diario había llegado al "momento más bajo en su historia".

El prestigioso periódico norteamericano, que cuenta con una venta promedio de un millón 100 mil ejemplares por día, realizó una investigación en la que especificó que Blair (había entrado en la redacción como becario cuatro años atrás) inventó escenas, utilizó material de otros periódicos y agencias de noticias como si fueran propios, y estudió fotografía para tomar detalles de ellas que le permitieran dar más veracidad a sus artículos.

Asimismo el informe aseguró que este cronista utilizó técnicas para escribir con falsedad sobre circunstancias emocionalmente fuertes, como los ataques de los francotiradores en los suburbios de Washington o el sufrimiento de las familias de los soldados muertos en Irak.

Finalmente el propio Blair terminó reconociendo que había inventado y/o plagiado información en 48 de sus 70 notas publicadas. Y como si eso fuera poco, una buena porción de aquellos artículos figuraron como títulos de tapa del venerable periódico.

Análisis del caso

Si bien el periodista ocasionó un daño sumamente alto, ya que puso en riesgo la credibilidad del diario, el principal problema de este caso fue, y aún sigue siendo en muchas partes del mundo, el sistema perverso que rodea a los medios de comunicación. Con el fin de obtener una rentabilidad cada vez mayor, los mecanismos de chequeo de la información y corrección de textos ya venían, al menos en Estados Unidos, en crítico retroceso.

Para entender las tremendas consecuencias de aquel plan pragmático, hay que remontarse al mes de junio de 2001, época en la que asumió la dirección del New York Times Howell Raines. En ese entonces el nuevo titular del diario instaló una política innovadora relacionada con las coberturas, en las que se exigía sobremanera a los redactores sin sumar nuevos integrantes al staff. La idea de Raines era "apabullar" con información propia y casi a cualquier precio.

El inconveniente para el Times y, en efecto, para los lectores fue que Jayson Blair era justamente el cronista preferido y, por qué no, soñado por el flamante director, ya que siempre le traía una noticia fresca y potente. Varios jefes, no obstante, habían notificado sus sospechas respecto de la conducta de Blair, alimentada por una importante cantidad de dosis de alcohol y de cocaína. Sin embargo el presidente del rotativo no sólo ignoró las advertencias sino que hasta solía felicitar, con bastante frecuencia, al redactor.

Tiempo después, miembros del periódico indicaron que el estilo de conducción de Raines había creado una atmósfera que le había permitido a Blair hacer “lo que hizo sin ser detectado". Precisamente, luego de renunciar, el periodista fabulador le explicó al Observer que su problema no era la cocaína sino lo que lo llevaba a ella: el ritmo de extrema competitividad y súper productividad que Raines había provocado en la redacción.

Consecuencias peligrosas

Tras el escándalo, la primera medida que tomó el Times fue la incorporación de 20 cronistas. Y de esa manera se llegó a reconocer que la búsqueda extrema de ingresos económicos a través de la sobreexigencia había afectado y lastimado el capital más valioso de cualquier diario: la confianza de sus lectores.

Una de las características del periodismo es la tensión que sufre entre la exigencia editorial de publicar noticias impactantes e interesantes día a día y las que la realidad, a veces modesta, se ocupa de proveer. A partir de ese contexto aparecen dos factores que diferencian a un periodista de otro: la primera es la función clave de buscar la noticia en la calle y la segunda es la capacidad para reflejar la nota en toda su riqueza, sus facetas y en profundidad. Ese material es el que alimenta al editor para ocupar un espacio gráfico predeterminado con informes seductores, sugerentes, emocionantes y útiles.

Existe una frase célebre en el periodismo criollo que ilustra esta demanda constante: "Si no traés la nota, no vuelvas". Y entonces algunos periodistas, como Jayson Blair, encuentran una solución para endulzar a sus jefes: mentir, inventar, fabular. Como reza otra inquietante sentencia: "Si nadie me desmiente, lo que publico es cierto".

Pensar siempre en el lector, describir sin fisuras los hechos habituales de la realidad e informar veraz, comprobada y objetivamente son los principios básicos del periodismo. El resto es silencio o, como en este caso, los cuentos fantásticos de Jayson Blair.

Los inventos de Blair

El personal administrativo no se extrañó de que en cuatro meses de supuestamente cubrir noticias sobre el terreno, Jayson Blair no presentara cuentas de gastos, y que cuentas de restaurantes de Brooklyn y Nueva York aparecieran en sus notas de gastos como cenas en otros puntos del país.

Entre otros hechos destacados, en el Times apareció un artículo en el que Blair describió el dolor de dos soldados heridos en un hospital de la Marina y las palabras que uno de ellos le dijo desde su lecho de enfermo. La emotiva escena y las declaraciones del soldado: "Es difícil sentir lástima por ti mismo cuando hay tanta gente que ha sido herida o muerta", fueron destacadas por el periódico incluso como una de las "frases del día".

Pero el aludido, el cabo James Klingel, comentó más tarde que la entrevista con Blair había sido por teléfono, cuando a él ya le habían dado el alta, y que nunca había dicho la mayor parte de lo que se le atribuyó en la nota.

En el caso del francotirador de Washington, los reportes de Blair llevaron incluso a los fiscales que investigaban el caso a dar una conferencia de prensa para referirse al tema y denunciar serias falsedades en el reportaje del periódico, que apareció en la primera plana del rotativo.

Cuando informó del caso de la soldado rescatada desde una prisión en Irak Jessica Lynch, Blair describió la casa de sus padres como ubicada en un monte, con vista a las plantaciones de tabaco y llanuras en la que pastaban caballos. El hogar de los Lynch en realidad estaba en la parte baja del valle y no había caballos ni campos de tabaco cerca.

La hermana de la soldado, Randi Lynch, contó al diario cómo la descripción de su casa aparecida en el New York Times se volvió una broma de familia.

Los incumplimientos periodísticos de Blair

A Jayson Blair le faltó el elemento esencial de la buena fe porque desde siempre supo que sus historias y/o noticias eran inventadas. Además falló por acción al propagar una información falsa. Desde el punto de vista periodístico, los numerosos textos que fueron escritos por Blair no cumplieron con las exigencias de tipo profesional ya que no hubo suficiente control de calidad por parte de los editores y/o directivos del diario.

Además, este cronista no cumplió con las siguientes normas éticas, reconocidas y aceptadas mayoritariamente por los periodistas de los cinco continentes:

-Veracidad: la verdad del periodista es su fidelidad en la descripción de los hechos de que es testigo, o sobre los que ha reunido documentación. Según el código de Dakota (EE.UU.), la veracidad es “piedra fundamental”, mientras que el del Missouri (también de EE.UU.) asegura que es “la base” de la profesión. Por su parte, el código austriaco indica: “la verdad y la independencia están por encima de todo”.

-Independencia de los periodistas: el código de la Sociedad Sigma Delta Chi explica: “La única obligación (del periodista) es el derecho del público a saber la verdad”.

-Responsabilidad del periodista: “Tener conciencia del poder del instrumento que usa y recordar que el daño causado con él jamás puede ser totalmente reparado” es la descripción de un antiguo código, el de la Asociación Interamericana de Prensa, de 1926.

-Comprobación de las informaciones: El código de las Naciones Unidas establece: “Deben comprobarse todas las informaciones que van a ser publicadas”. En tanto, el código de periodistas de Oregon (EE.UU.) incluye la siguiente observación: no se trata solamente de decir cosas inexactas, además se debe impedir que el lector deduzca falsamente: a tal punto debe ser exacta e inequívoca la información periodística.

Por Pablo Medina

2 comentarios:

Dan Hojman dijo...

No le veo mucho la noticia. Acaso Ole no inventa cada cosa?

Un Saludo

Danchovski

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Bocha dijo...

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